Al llegar al sitio, personal de la Comisaría Segunda se encontró con un escenario pocas veces imaginado. El sol abrasador de ayer a la mañana permitía divisar sobre la hierba a un hombre en estado de abandono que clamaba por ayuda. Estaba deshidratado y afirmaba haber sobrevivido una semana alimentándose a base de los mangos que el árbol -que además le servía de sombra- dejaba caer a su lado. No podía mover las piernas y estaba desnudo de la cintura para abajo, al tiempo que repetía incoherencias que daban cuenta de que no estaba ubicado en tiempo y espacio.
Tras un breve interrogatorio, el procedimiento policial se activó y en minutos una ambulancia de la Red de Traslados recogió al sujeto y lo trasladó al Hospital Favaloro a fin de atender a su estado de salud. El primer paso estaba cumplido, restaba saber quién era y cómo había llegado a esa situación.Horas más tarde se pudo establecer su identidad.
Trasfondo familiar
Gabriel Martínez tiene 49 años y padece retraso madurativo y problemas psiquiátricos. Es oriundo de Tandil, provincia de Buenos Aires, y vive en la capital misionera desde 2016, cuando tras la muerte de su madre un tío se hizo cargo de él.
El primer tiempo vivió junto a sus familiares, pero debido a las reiteradas escapadas y ciertos episodios de violencia consecuentes con su estado de salud mental, en enero de este año fue llevado a un albergue para su cuidado.
El sábado pasado se había escapado del asilo y su familia había iniciado una intensa búsqueda para dar con su paradero. “Hicimos la denuncia por desaparición en la comisaría tercera y además varias publicaciones en Facebook. También imprimimos volantes para pegar en toda la ciudad y fuimos a la Terminal a averiguar si no se había ido a Tandil. Días atrás escuchamos en la radio que habían encontrado a un hombre y fuimos a ver si era él, pero no. Por suerte ahora apareció”, relató Iván Okulovich (26), primo de Martínez.
Por su parte, Ahissa Céspedes (65), tía política del hombre, resaltó que no es la primera vez que se escapa y que durante un tiempo estuvo internado en el Hospital Carrillo, donde inició un tratamiento psiquiátrico.
“Él dice que extraña Tandil y que quiere volver para estar con su mamá, pero ella falleció”, agregó. La mujer que enfrenta un cáncer y tiene a su marido postrado producto de un accidente cerebrovascular (ACV), indicó que optó por colocar a Gabriel en un albergue para que estuviera más contenido: “Estaba bien atendido, tenía una acompañante terapéutico y una trabajadora social. Yo cada vez que lo visitaba le llevaba los remedios”.
En esa misma línea, Iván contó que debido a su estado psicológico, Martínez se puso violento en diversas oportunidades y a principios de este año intentó quitarse la vida. “Se lo llevó al albergue porque en enero él se quiso suicidar y eso a mi papá lo puso muy mal. No podíamos cuidarlo todo el día. Además él tiene episodios agresivos, una vez llegué del trabajo y veo humo en la cocina. Había prendido fuego una montaña de ropa mientras mis padres y mi hermana estaban durmiendo”, alertó.
La nueva ley nacional de Salud Mental (26.657) entiende a la internación como la última alternativa terapeútica e insta a que los enfermos reciban tratamientos ambulatorios. Sin embargo, existen casos como el de Gabriel en el que las familias se ven desbordadas por la responsabilidad, y la imposibilidad de una internación segura termina por poner en peligro la vida del paciente.