Una seguidilla de rostros consternados veían pasar el coche fúnebre que trasladaba los restos de Agustina Imvinkelried. Todos detenidos, inmóviles, cabizbajos, acompañando a la familia en este sufrimiento eterno.

La noticia sobre los datos forenses preliminares que se difundieron profundizaron el dolor en Esperanza. Ese informe detalla que Agustina murió asfixiada por compresión manual (ahorcamiento) y por los brutales golpes que le dio su asesino, de quien la Justicia no tiene dudas que se trató de Pablo Trionfini, un empleado municipal que se quitó la vida cuando la Policía iba a allanar su casa.

En el cuerpo de la adolescente, en sus pulmones había restos de tierra por lo que se cree que al momento de intentar esconder el cadáver, Agustina estaba con vida. El informe preliminar no registra lesiones genitales y confirma la data de muerte, 24 horas anteriores al momento del hallazgo.

El mismo análisis forense se realizó sobre el cuerpo del presunto agresor y Clarín pudo conocer por fuentes del caso que Pablo Trionfini presentaba golpes -coincidentes con tacos- en sus piernas, que serían indicios de que la víctima intentó defenderse. El entierro de Trionfini se dio en absoluta soledad, el lunes por la noche.

La reconstrucción del hecho, por las cámaras de seguridad y los testigos, también está casi cerrada para los investigadores aunque aún siguen buscando el teléfono celular de Agustina.

La joven salió del boliche Teos el domingo alrededor de las 5:45, buscó un cono de papas fritas en un carribar, saludó a una amiga y caminó con dirección norte hacia la ruta provincial N°70. En ese horario, los registros ubican también el Renault 21 de Trionfini merodeando por el lugar.

Y son testigos quienes señalaron que vieron a Agustina dialogar con este hombre. Se cree que unos minutos después llegaría del desenlace fatal para la menor en el interior del vehículo que también fue peritado.

Después, el pedido de una pala a un vecino y los continuos viajes desde su casa hacia la zona donde había dejado el cuerpo (unos 500 metros de distancia), dejaron en evidencia el accionar macabro de Trionfini.

Daniel y Silvia son los padres de Agustina que ahora tienen que comenzar una nueva vida. Ayer, las palabras de aliento de cada uno que fue a darle su abrazo y apoyo no lograba reponerlos de tamaña pérdida. Nadie lo va a lograr.

"Este es un pueblo grande donde no suceden cosas pero cuando pasan son graves", le dice a Clarín Alicia, una vecina que se acercó a la Basílica donde se realizó una misa por Agustina.

Es que aquí, en Esperanza, hace dos años asesinaron a Nadia Schechner (37) cuando le festejaba el cumpleaños a su hijo en un pelotero. El asesino, su -ex pareja-, se suicidó en la cárcel tiempo después.

En el cementerio, ubicado en el extremo suroeste de la ciudad, se acercaron los más allegados a la familia. Sólo se escuchaban los pasos cansados y los llantos de sus seres queridos.

"Tenía un alma muy caritativa, era muy bondadosa con todos, aún con las personas que no conocía. No caigo en lo que pasó, no lo puedo creer", le dijo a Clarín, Mateo, un amigo de la infancia de Agustina.

Entre las personas que acompañaron el sentir de la familia Imvinkelried y despidieron con un aplauso los restos, coincidían en señalar que será difícil el tiempo que viene.

"No sólo para la familia que tiene que atravesar el peor momento de sus vidas, sino también para esta ciudad en donde nos conocemos todos y somos padres con hijos que tenemos miedo", comentó Marta.

En el mediodía el cuerpo de Agustina Imvinkelried fue enterrado en el cementerio municipal. Paradojas de una ciudad, Esperanza, que necesita hoy tal vez más que nunca de su nombre para apuntalar a una sociedad golpeada.