El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero fue beatificado ayer a 35 años de su asesinato, en una multitudinaria ceremonia en la plaza Salvador del Mundo, con una misa presidida por el cardenal italiano Angelo Amato, delegado personal del papa Francisco.
La ceremonia oficial de beatificación del primer beato salvadoreño, que fue presenciada por más de 300.000 personas, no tiene precedentes en esta nación centroamericana. “Esta es una fiesta de gozo y de fraternidad para la Iglesia y para la nación salvadoreña”, expresó Amato, quien agregó que “Romero no es símbolo de división, sino de fraternidad y de concordia”.
El pontífice envió una carta en la que califica al flamante beato como “siervo de Dios” y “padre de los pobres”, a la vez que llamó a la reconciliación en El Salvador, en el que el asesinato de Romero, perpetrado el 24 de marzo de 1980, desencadenó una guerra civil que se extendió hasta 1992.
“Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan”, dijo el papa argentino en una carta dirigida al arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas.
El Salvador estuvo representado en la especial misa por los presidentes de los órganos de Estado, encabezados por el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, uno de los principales dirigentes de Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que nació como organización insurgente para enfrentar a los sectores militares y a los terratenientes, nucleados en la derechista Alianza República Nacionalista (Arena).
Llamo la atención la presencia en la ceremonia de beatificación del alcalde de la ciudad de Santa Tecla, Roberto d’Aubuisson, hijo del militar ultraderechista a quien se acusa de haber dado la orden de asesinar a Romero.