La zona productiva está atenta a agosto, en razón de la necesidad de que aumenten los valores de lluvia que se dieron en julio. Pero en este invierno en particular, las lluvias han sido prácticamente nulas en toda la franja central, ya que el último evento de precipitaciones se dio en mayo, e incluso en algunas zonas puntuales, los últimos registros fueron en el mes de abril. Con esta situación, se observa un déficit muy importante de precipitación en lo que va del invierno y esto preocupa especialmente a la actividad agropecuaria. Hoy, se afianza la probabilidad de un evento La Niña, y con ello la posibilidad de una recuperación franca de las lluvias, se reduce, aunque no debería tener un impacto directo durante el mes de agosto específicamente. En este escenario se observa que se espera una recuperación en el nivel de las precipitaciones, llevando los registros a marcas más cercanas a los promedios. Si bien esto sigue siendo escaso y para el balance del invierno seguiría siendo inferior a lo normal, al menos mostraría un leve repunte durante agosto, generando un leve alivio especialmente a la actividad agropecuaria. La única zona que podría presentar lluvias por encima de los promedios se concentraría sobre algunos sectores de la provincia de Buenos Aires y en zonas puntuales de Uruguay, mientras que el resto de Argentina presentaría lluvias dentro de los niveles medios y solo de manera puntual, sobre el noreste podrían darse precipitaciones levemente inferiores a los parámetros normales. En lo que hace a temperaturas agosto podría ser un mes algo más moderado respecto a los registros térmicos. Ni con temperaturas tan altas como las de junio, ni tan bajas como julio. Más allá de la baja influencia de los factores de gran escala, los indicadores más locales presentan una circulación que fomenta temperaturas levemente superiores a los parámetros normales. El aumento de la circulación del viento del sector norte promoverá el aporte de temperaturas superiores a los promedios del mes de agosto, favoreciendo así que se de una disminución de la frecuencia de heladas y de olas de frío. Si bien calculan que la diferencia no será extrema, de todas maneras, podría influenciar en un aumento de la tasa de evaporación.